Un clavo saca otro clavo

 


Cuando amas te idiotizas. Pierdes todas tus seguridades. Haces lo que en tu sano juicio no harías. Y te expones. Pones en manos de un desconocido, o desconocida aquello que en un futuro puede dañarte.


Conservo nuestros mensajes. Muy tórridos.

Fue mi secreto. Ahora lo pongo a la vista de quien quiera leerme.


Estuve a punto de enviarle fotos subidas de tono. Lo hubiera hecho si me las hubiera pedido, pero no llegamos a eso.


Jugué con la imaginación. Andaba, como suele decirse, como una perra salida. Dispuesta y disponible.


Era un fuego ardiente.


Me bastaba pensar en él, que en realidad debía ser ella.


Puede decirse que me masturbaba. Quizás.


Nunca antes había vivido algo así.


Me daba la sensación de que los hombres con los que me cruzaba, o coincidían, lo notaban.


Es algo tan subjetivo que no puedo contrastarlo.


Está claro que nuestro sexo no está donde siempre se ha señalado.

Su estimulación iba por su cuenta. Cerraba los ojos, ante la pantalla o tumbada, y empezaba la fiesta.


Llegó el día en que no bastaba. Había un tema musical; “Me muero por conocerte…” en mí tan real.


Para colmo de males, ella, en su propia identidad era amiga. Nunca faltaba a esa cita del me gusta de entonces y comentarios cariñosos.


No tuve cómplices. No le conté a nadie lo que me estaba ocurriendo.


Suponía estar frente a un hombre joven con mis últimas cargas. 


En realidad fue así. Me quedaban pocos revolcones.


No fue el último juego desde la pantalla y el teclado. Entonces iba con ordenadores. En los que borraba el historial de navegación.


Tuve otros romances, pero no tan tórridos y penetrantes.


Eso, hasta que se diluyó del todo mi lívido.


Lo viví. Doy fe. Y sé que lo virtual es muy real. Más.

Porque es algo que se da sin apercibirlo. Como ese contacto de miradas y gestos en lo real.


Parece que se controla y hay disimulo.

No es así. Ese desbocado y alado gesto no hay quien lo pare o controle.


En algún momento se torció la cosa.

Allí perdí.

Y me costó salir.

Desesperada, quería volver atrás. Remediar lo que se había torcido. No se me dio oportunidad.


Llorando en silencio. Llorando de verdad. Escondiendo al mundo el desamor en la virtualidad.


¡Quien podía sospechar!


Fue bueno callar.

Los testigos, en lo bueno y en lo malo, amplifican la realidad.


El tiempo repara. Recuerdas que estuviste. Que lo viviste. 


Sabes que saliste de esa, y de otras más, aunque costó lo suyo. Los duelos tienen su proceso.

Enterramos nuestros cuerpos y los lloramos muchas veces, cual ave fénix, hasta que nuestro camino no sigue y son otros quienes nos recuperarán en su memoria. Que dirán quienes fuimos, según reflejamos en nosotros aquello que querían ver.


Saldremos de esta realidad. Dejaremos huellas que el tiempo borrará. Seremos nada. Seremos nadie. Habremos ardido en algún micro instante del universo. Seremos parte de un mañana que no nos pertenecerá.


Y, “que nos quiten lo bailao.”


Para dos días que estamos y más de la mitad desperdiciados.


No vale la pena cortar el hilo más largo o más corto que nos ha tocado en suerte.


Vivir es nuestro bien más preciado.


A veces la cuesta es difícil y dura. Parece imposible salir a delante. Desesperar es humano, pero también lo es sobreponerse.


Aquello de un clavo saca otro clavo, me lo apliqué tal cual. Y funcionó. Tanto que apenas recuerdo muchos clavos de mi caminar. Algunos fueron piedra en el zapato, y cuando los saqué me sentí liviana, con ganas. Con fuerza. Con empuje para estar.


Nunca lo pensé, pero revisando he llegado a imaginar que nuestra ruptura no fue tal, que ella no siguió con el juego, porque creyó que era eso, un juego sin más.

Me excita, sólo pensar.


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