Fuego fatuo

 


Estabas allí. Al otro lado del espejo. En otra pantalla, mirando mi voz en trazos tecleados, sabiendo de mis húmedos latidos.


Yo tocaba mi vulva, recorriendo tu miembro con mi lengua.

¿Lo sentías?

¿Lo vivías?

Lo sentí y lo viví.

Lo creí.


Hice de lo virtual real.


Entonces un súper ventas salió a la palestra.

No lo leí.

Lo supuse.


Sólo pensaba en ti.

En seguir tu rastro.

En ver las huellas que a otras ibas dejando.


Jugabas a la seducción.

Jugabas a la provocación, desde distintos perfiles.


Quise hacer ese juego, pero eras maestra, y yo torpe alumna.


Me pillaste. Debiste reír a mi costa. No me dolieron prendas.

Podías hacer de mí.

Era juguete en tus manos.

Compensaba.

Vibraba.

Vivía.


Caminaba y me sentía ante la gente sin disfraz, sin máscara. Mis ojos brillaban.


Parecía que lo llevaba escrito en mi semblante.

Que lo gritaba.

Te amaba.

Te deseaba.


Éramos instante más instante.

Sin pasado.

Sin tiempo transcurrido.

Sin nada en que sustentarse.

En la mente,

En el cuerpo.

En el aire.


Subí tan alto, tan alto.

No le di alcance.

Caí.


Me quedé sin aire.

Sin cuerpo.

Sin carne.


Era espejismo.

Era muerte.

Era nadie.


Vino el llanto.

La zozobra.

La tierra me trague.


Y salí a delante.


Había jugado con un fuego fatuo, del que se sale.


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