Cuando amas te idiotizas. Pierdes todas tus seguridades. Haces lo que en tu sano juicio no harías. Y te expones. Pones en manos de un desconocido, o desconocida aquello que en un futuro puede dañarte. Conservo nuestros mensajes. Muy tórridos. Fue mi secreto. Ahora lo pongo a la vista de quien quiera leerme. Estuve a punto de enviarle fotos subidas de tono. Lo hubiera hecho si me las hubiera pedido, pero no llegamos a eso. Jugué con la imaginación. Andaba, como suele decirse, como una perra salida. Dispuesta y disponible. Era un fuego ardiente. Me bastaba pensar en él, que en realidad debía ser ella. Puede decirse que me masturbaba. Quizás. Nunca antes había vivido algo así. Me daba la sensación de que los hombres con los que me cruzaba, o coincidían, lo notaban. Es algo tan subjetivo que no puedo contrastarlo. Está claro que nuestro sexo no está donde siempre se ha señalado. Su estimulación iba por su cuenta. Cerraba los ojos, ante la pantalla o tumbada, y empezaba la fiesta. Llegó e